sábado, 31 de diciembre de 2022

Después de muchos años de gestación nació este bebé, mi ópera prima: Pasajeros (Ril Editores, 2022). Y como esta recomendación viene de demasiado cerca, no diré nada... solamente les dejaré un relato, el más corto, para que se hagan una idea:

 

Adiós

    Se pone el abrigo y se para frente al espejo. No luce mal. Acomodando el largo flequillo hacia un costado logra disimular el pómulo amoratado. Intenta cerrar la maleta, pero tiene que dejar varias cosas fuera: el secador de pelo, las botas de invierno, la bata nueva, la botella de perfume que logra meter apenas en la cartera, el vestido rojo que él le regaló para Navidad; el álbum de fotos queda sobre la cama. Logra cerrarla al fin, y la deja junto a la puerta principal, allí donde él pueda verla bien. Aparta una silla del comedor y se sienta a esperar. No quiere irse a escondidas. Tantos años juntos, tantos momentos –más buenos que malos, al contrario de lo que todos creen– merecen al menos una despedida.
    Lo había hecho una vez antes –lo había pensado muchas más–, pero el amor la hizo regresar. El amor y sus ruegos, su llanto desesperado, sus promesas. Esta vez no hay vuelta atrás, ni llantos ni gritos ni falsas promesas la harán volver a cometer ese error. Ya es suficiente. Esta vez tiene un pasaje, un plan y una nueva vida que cuidar. Esto último, que confirmó apenas el día anterior, fue lo que la hizo decidirse.
    Él llega pasadas las seis, sin hacer el menor ruido. Cierra la puerta con cuidado y camina hasta el sofá, cabizbajo. No dice nada sobre la maleta. No dice nada de nada. Enciende el televisor y se queda inmóvil, con los ojos fijos en la pantalla, como hipnotizado, pero ella sabe que no está realmente viéndola, porque es ese periodista petulante que él detesta, y ella sabe que lo detesta porque cada vez que lo ve aparecer lo deja claro, muy claro, en cambio ahora lo mira, sus ojos lo miran, pero quién puede saber lo que piensa. Quién sabe lo que pensaría y lo que haría si ella le contara que va a ser padre, pero ya no importa; ya es tarde. Ahora lo mira –no con amor, tampoco odio, ¿compasión tal vez?– y ya no imagina el futuro con él. Mira su perfil grueso y sus incipientes canas, mira esos labios resecos, esas
ojeras y esos ojos rojos de cansancio, de resaca, de pena, de sueño, de culpa, esos ojos rojos que miran fijo el televisor, esos ojos rojos que se llenan de agua repentinamente.
    Ella se levanta y va a la cocina. Ha decidido hacer un último gesto de buena voluntad, una señal de paz, y regresa con un sándwich de queso y tomate que le ofrece en silencio. Él acepta la ofrenda y la engulle con una mezcla de placer, alivio y agradecimiento, y sus ojos que eran rojos y cansados ahora son rojos y brillantes, y la miran a ella, y ella también los mira, y le parecen puros y cristalinos como los de un niño.
    Comienza un programa que a él sí le gusta, lo sabe porque se lo dice siempre, también esta vez. Ella se sienta en el sofá junto a él a mirar la tele, pero no se saca el abrigo hasta que se van a dormir.
 

 D.S.C.

 

 Está disponible en librerías Antártica, Buscalibre.cl y en Rileditores.com (también en formato e-Book).

 

 

 

 

 

 

A LA VUELTA NOS VEMOS

  Alegre te trajo el verano con trazo libre y ligero; el cielo te puso en los ojos, rayos de sol en el pelo. Ese ...