De pie justo en medio del puente, un hombre observa el agua correr. La angosta y turbia corriente en nada se parece a lo que se imaginaba cuando niño al leer su nombre en los libros de Historia, ni a los majestuosos torrentes de su querido sur. Doblegado por el cemento -al igual que él-, sofocado -al igual que él-, el río parece huir a toda prisa en busca de la paz del mar. Desde arriba, el hombre lo observa. Y no salta.
D.S.C.
Bonito relato! Sencillo y con mucho contenido! Felicitaciones!
ResponderEliminarTe dejo mi blog si quieres visitarlo :) https://rumbohaciami.blogspot.com/?m=1
¡Muchas gracias!
EliminarLo haré ¡Un abrazo!