Eras el sol, y yo una nube.
Te vi desde lejos y me enamoré de ti.
Eras el sol, alegre, radiante;
yo una nube opaca, siempre a punto de llover.
Era una nube obscura, solitaria y gris,
y el calor de tus rayos me hizo reír.
Con dolor me di cuenta de que no sólo a mí:
otras nubes te rodeaban, y planetas sin fin.
Eras el sol, yo era una nube
que añoraba verte cada amanecer.
Tú te elevabas siempre frente a mis ojos
y luego te alejabas, brillando hacia el mar.
Y yo traté de alcanzarte, de volar hacia ti,
pero el viento me arrastró aún más lejos de tu calor.
Y con toda mi fuerza volví hacia tu luz
y otra vez hacia la noche te vi partir,
buscando otros astros, otro cielo… no sé,
tal vez una luna que te hiciera soñar.
Porque yo era sólo nube, y tú eras el sol,
siempre inalcanzable, siempre más allá.
Desesperada, entonces, comencé a llover,
por días y días, lloví sin parar.
Y de pronto, entre mis gotas, en un reflejo vi
los colores del arcoiris, como magia aparecer.
Eras tú, eran tus rayos
envolviéndome por fin,
y por un instante solo
fui eternamente feliz.
Pero eras sol y yo nube.
Eras todo luz y yo oscuridad…
El tiempo ha pasado desde entonces.
Y hoy sigo siendo nube, y tú sigues siendo sol.
Y tú sigues tan radiante, y yo sigo siendo gris.
Pero vuelo más liviana, y ya no lluevo por ti.
Y cuando veo, a lo lejos, otro arcoiris brillar
te recuerdo y te sonrío, y te vuelvo a amar.
D.S.C.
No hay comentarios:
Publicar un comentario