Como siempre, me arrepiento.
La culpa es mi tormento.
Me arrepiento de mis trabas,
de mi débil fortaleza.
¿Qué seguridad buscaba?
¿Qué necesidad de promesas?
¡Qué error usar palabras
cuando es el cuerpo el que habla!
Como si desde arriba furiosos
todos los ángeles conmigo
me apuntaran con dedos filosos
me castigaran por diez siglos.
Me arrepiento, sí, me arrepiento.
Confieso mi culpa, lamento
no haber derribado los muros
virtuosos con un grito impuro,
no haber ofrendado mi cuerpo
a tu divino deseo,
no haber purificado mis dedos
en el santo camino de tu sexo.
Mas el reino de los cielos
será de los arrepentidos…
Yo me arrepiento. Me arrepiento
de no haber pecado contigo.
D.S.C.
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