Un impulso.
Un golpe fuerte y decidido
justo en el vértice.
La calma, al fin, la paz.
Dejar todos los dramas escurrir
desde la frente abierta
por la impecable pared blanca.
Pero en cambio
más dolor
y una nueva cicatriz para esconder.
Atrapados en el interior
martillarán el cráneo para siempre
aquello que no hice
y aquello que debí decir.
D.S.C.
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