Una, dos, tres gambas. Más ocho son diez… no, once. Anda lenta la cosa, suspira. Se sienta en la solera y juega a hacer las monedas girar. Ahí viene la 509… Le gustaría poder subirse a una de esas grandes que van pa’l norte y no volver más. ¿Cuántos calendarios necesitaría vender?
D.S.C.
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